Las mejores novelas no son solamente
aquellos con nombres extravagantes o tapas singulares, sino esas primeras
líneas capaces de atraparte, de convertirte en un ‘devorador’ de cada línea, en
coger ese libro y no pretender soltarlo hasta terminar en la última página, es
justamente eso lo que me ocasionó con la novela de Jaime Bayly, “El cojo y el
loco”.