El poder de perdonar

Algunas cosas generan tomar medidas más drásticas, debido a las circunstancias por la que se están atravesando en un momento determinado, sin embargo, ¿Qué sucede cuando el tomar esas medidas generan consecuencias catastróficas? ¿Estaremos bien con nuestra conciencia?


Todos tomamos decisiones en nuestras vidas que finalmente determinan nuestro futuro y existencia; tal vez nos hemos equivocado al tomar decisiones erradas, pero eso es lo bueno de la vida, te vuelves más fuerte para levantarte ante la adversidad. Muchas veces a todos nos sucede porque nadie sabe realmente lo que le deparará, ni las peripecias para llegar a su destino.


Hay una persona en nuestras vidas que en algún momento tomó una decisión precipitada, afectando a nosotros mismos o a nuestra familia, no obstante esa persona que cometió un error se hizo más fuerte para sobrellevar las consecuencias de sus actos, aunque también, en el peor de los casos, no supo contener la presión y terminó llevándolo a la muerte. Eso es precisamente de lo que estoy tratando de explicar por medio de estas líneas. Me topé con un amigo de la infancia, luego de muchos años lo volví a ver. Él estaba flaco, ojeroso, el cabello desastroso y una barba desahuciada, su aspecto era lamentable, diferente a como yo lo conocía, casi ni lo reconocí; si no fuera porque se acercó a saludarme jamás lo hubiera encontrado.

Sin embargo, la amistad es un caso particular, por más que los años hayan pasado factura a las personas, la amistad no va a cambiar siempre va a hacer el mismo, eso es algo diferente, difícilmente cambiará. Esto lo digo por lo sucedido con mi amigo, físicamente estaba hecho un desastre, pero seguía teniendo la misma chispa, su humor pegajoso, aunque el vicio lo consumía lentamente nunca perdió la alegría. La felicidad la tenía impregnada al cuerpo, porque la última vez que lo vi seguía sonriendo, sin embargo, esta vez estaba dentro de un ataúd junto a unos amigos evitando llenar de tristeza todo el lugar, ya que a mi viejo amigo, no le hubiera gustado una despedida de esa forma.

Cuando él se fue pesaba apenas 45 kilos, muy bajo para su metro 78 de estatura, su familia no lo fue a ver porque era una vergüenza para ellos. Sus amigos más cercanos le compararon el ataúd y lo llevaron hasta el camposanto. Lo enterramos en un lugar barato pero acogedor. El sitio estaba lleno de flores y toda clase de hierbas, justo como a él realmente le agradaba.

Todos nos hemos equivocado en algún momento, pero cuando ese error nos lleva a lo más extremo, al menos, podemos esperar el perdón de la familia, porque nada hará olvidar nuestro error, pero sabemos al final, que a las personas afectadas sabrán entender nuestro error y no habrá resentimientos, solo así descansaremos en paz.


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